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EL CONCURSO

Esther entró en la salón con un proyecto que usualmente ofrece a los estudiantes de primer semestre. Estábamos viendo Filosofía griega y aunque parecía muy sencillo, íbamos a extraer conceptos. Todos traíamos los Diálogos de Platón –el mío era de la Colección Sepan Cuantos, con su portada verde y sus pastas de cartón sencillo- y cada uno habría de elegir el Diálogo que más le llamara la atención. Había para todos los gustos: Laques (sobre la valentía), Cármides (sobre la prudencia), Eutifrón (sobre la piedad), Teeteto (sobre la naturaleza del saber), etc, etc. Yo, en ese momento, estaba revalorando la maravilla de contar con amigos, así que elegí Lisis, el diálogo sobre la Amistad. Si recuerdas tus clases, sabes que en cada diálogo Platón trató de emular las enseñanzas de su maestro Sócrates, quien practicaba con sus estudiantes la mayéutica, es decir el uso de la discusión con fines de enseñanza, que lleva a que el estudiante descubra la verdad a través de la argumentación.

Así que se trata de conversar, de sostener un diálogo y, a una idea presentada, el interlocutor responde con otra, y así se va debatiendo, construyendo, negando o afirmando. En el Lisis, Hipotales se encuentra al maestro Sócrates –un personaje que Platón introduce en casi toda su obra- y lo invita a unirse al grupo de jóvenes que practican discursos al pie de la muralla, como era la costumbre en el 400 a. de C. El galán de moda es Lisis, se escriben versos con su nombre y ya todos están aturdidos de tanto como se dice de él: sus corceles, sus antepasados, sus riquezas, sus victorias en las carreras de carros. Hablar de la amistad comienza propiamente cuando Sócrates introduce en la conversación con Hipotales: -[…] tus versos y tus cantos redundarán en honor tuyo […] los jóvenes hermosos, cuando se los alaba y se los ensalza, se llenan de presunción y de vanidad.

En aquel salón, Esther nos pidió extraer de cada párrafo los conceptos principales: ¿de qué habla Platón cuando afirma que “los jóvenes hermosos, cuando se los alaba y se los ensalza, se llenan de presunción y de vanidad”? ¿De qué está hablando el autor, que no está en el texto? ¿Acaso mesura; acaso exageración o precaución ante el elogio? Recuerdo que pasé horas buscando el concepto preciso, que debíamos anotar en una tarjetita. Recurrí muchas veces al diccionario para estar segura de que “mesura” era de lo que yo pensaba se estaba hablando, deseché muchas de las tarjetas iniciales y terminé con un montón de cartoncitos con conceptos que tenía que pasar al frente a exponer, para explicar de qué trataba mi diálogo.

De tantos recuerdos entrañables que tengo de mis experiencias de conocimiento, éste es de los más valiosos. Conceptualizar es la representación abstracta y simplificada de una idea. Cada concepto tiene una relación verbal con otro y elegirlo implica que nuestro pensamiento jerarquice uno por sobre otros que podríamos haber elegido. Es un ejercicio mental de los más poderosos y nos ayuda a comprender. Esther me dio un estructura que acompañó a partir de entonces todas y cada una de mis lecturas y, ahora ella lo sabe, es una de las cosas por las que la recuerdo con tanto cariño. Después de exponer, armamos una especie de “sábana” de conceptos en una hoja de rotafolios, pero para mí el corazón del ejercicio fue aprender a conceptualizar.

Y no es no sepamos, aunque sea intuitivamente, cómo hacerlo. Si vemos un ceño fruncido, sabemos que el gesto significa “enojo”. Eso lo sabemos casi desde recién nacidos. Sin embargo, acostumbrarnos a leer un texto y extraer de él los conceptos principales comienza con relatos sencillos que se van complicando a medida que avanzamos en el conocimiento. Aficionarnos a elaborar tarjetitas mentales que vayan conceptualizando información específica de lo que leemos nos da estructura y nos entrena para ir avanzando en textos más complejos.

Toda esta historia viene a colación por un ejercicio en el que me pidieron colaborar. Las redes sociales me trajeron a Con, como una brisa fresca, y gracias a su invitación revisé algunos de los resúmenes que chicos de Preparatoria enviaron para participar en el concurso “La Ciencia para Todos”, que encabezan el Fondo de Cultura Económica y Conacyt. En 4-7 cuartillas, el alumno debía reseñar el contenido de la obra, destacar las ideas principales y opinar sobre ellas. Revisé resúmenes que hicieron sobre un texto del Dr. Ricardo Peralta y Fabi, un ingeniero mécanico mexicano que se entrenaba en la NASA como el suplente inmediato del Dr. Rodolfo Neri Vela, nuestro astronauta que viajó en el transbordador Atlantis en 1985 y que lanzó al espacio nuestro Satélite Morelos B.

El texto del Dr. Peralta, “Del Espacio al Subsuelo” merece una columna aparte. Pero nuestros aspirantes al premio de 10,000 pesos, en promedio de 17 años, debían someter un texto digno de concurso que cumpliera con criterios de sintaxis, ortografía, vocabulario, originalidad, estructura, claridad y precisión. Con la lectura de cada resumen, me hubiera gustado tomar de la mano a los participantes para repetir, párrafo por párrafo, el ejercicio de Esther. Sus resúmenes habrían partido de una serie de conceptos, extraídos de un cuidadosa lectura, para explicar las ideas principales del Dr. Peralta y entonces sí, opinar sobre ellas, con sus ojos jóvenes, con sus esperanzas en ciernes, con sus inclinaciones, su mundo y sus aspiraciones. Había que ejercer distancia sobre un texto con descubrimientos y propuestas científicas de los 1990s y hubiera sido un gozo leer cómo las contrastaban con lo que ha ocurrido hasta este 2020, cómo las propuestas han sido superadas con creces y cómo otras siguen siendo ideas escritas esperando que alguien las tome para hacerlas realidad.

Con, una Química en Alimentos por la UNAM me pregunta si tengo alguna sugerencia qué hacer a los concursantes después de los dictámenes y este ejercicio que Esther nos regaló es una de ellas. Quizá sus maestros de Teoría del Conocimiento, de Epistemología, ya les enseñaron esto. Pero, ¿qué tal que en este encierro empezamos nosotros con esta generación? Podemos sentarnos con nuestros niños a hacer caras que ellos identifiquen con emociones/conceptos? ¿Podemos leer Caperucita e ir practicando: lobo, astucia; niña, ingenuidad? ¿Podemos preguntarles qué conceptos hay en la petición del Principito “–¡No, no! No quiero un elefante dentro de una serpiente. La serpiente es muy peligrosa y el elefante ocupa mucho sitio. En mi tierra todo es muy pequeñito. ¡Por favor, píntame un cordero!”? ¿Negación, cautela, sorpresa, previsión? La lectura y su comprensión andan medio perdidas con tantos distractores. Vamos apoyando en casa y aprovechando mejor estas horas juntos. Quizá entre nuestros niños esté el próximo ganador de La Ciencia para Todos.

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