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Ljubljana


Bienvenidos a la ciudad en donde empiezan los Balcanes y terminan los Alpes o viceversa, donde acaban los Balcanes y comienzan los Alpes.

Llevamos casi dos horas varados con el puto tedio a cuestas. Una chica rumana nos dice que va para largo, que podríamos tratar de pasar el control fronterizo a pie y pedir un aventón hasta la capital, lo que me parece una idea un poco descabellada. Los servicios del bus están fuera de servicio. ¡Qué pesadilla! Bajo a mear cauteloso a un pequeño río en la frontera entre Croacia y Eslovenia. El autobús húngaro se detuvo casi a un kilómetro de distancia de Eslovenia. Donde antes los límites eran inexistentes y los dos países cabalgaban bajo la misma bandera, ahora hay un cerco y un viejo passport control que separa a los hermanos eslavos. Al costado del camino hay una fila interminable de autobuses y a un lado de la carretera docenas de personas hartas de esperar en el frío. ¿Podría ser una oleada de refugiados provenientes del medio oriente? Mientras orino pienso que la frontera está cerrada, pero 32 Turismos después logramos pasar la aduana.

Ljubljana nos enamoró en siete calles. Nos explican que aunque han construido una valla metálica para mantener a los refugiados fuera, no fueron ellos los que provocaron nuestro retraso. Los polis están en huelga y el gobierno ni siquiera los voltea a ver por lo que la policía fronteriza tiene pocos elementos trabajando.

Ljubljana es hermosa y tiene algo para todos los gustos. Ahí conviven castillos y dragones, grafitis monumentales y bares modernos, estatuas bizarras y edificios con máscaras esculpidas en las paredes. No se escucha mucho acerca de Ljubljana, pero es una ciudad moderna y bastante progresista a pesar de sus huelgas y descontentos. Aquí conviven los pasados (el romano con el socialista yugoslavo y el imperio austro-húngaro), las tradiciones milenarias con las características de un país europeo contemporáneo y el paganismo herbolario con las iglesias y sus mitos. Eslovenia es la frontera entre el este y Europa occidental. Es el verdadero centro del continente ya que también divide al norte del sur. Ljubljana tiene una corona en su colina en forma de castillo y hay dragones en uno de sus varios puentes, tantos puentes que incluso tres de ellos convergen en una comisura del río que lleva el mismo nombre que la ciudad que cruza. Sí, Ljubljana es bella y no tan grande (tiene poco más de 250 mil habitantes) así que se puede recorrer a pie siguiendo el río que va por el centro de la ciudad.

 

Metelkova

Parada urbana obligatoria es Metelkova. Un barrio alucinante y lugar perfecto para fumarse un porrito, tanto matutino como vespertino. Por la mañana para apreciar las obras de arte y por la noche para convivir en sus múltiples lugares de esparcimiento. Metelkova solía ser un antiguo destacamento militar yugoslavo hasta que fue abandonado y tomado sin asalto por una serie de artistas y activistas sociales que transformaron el lugar en el sueño de cualquier gestor cultural. Es una manzana entera cubierta de grafitis artísticos que adornan los exteriores de salas de conciertos, bares, un par de galerías y talleres de artesanos. La antigua cárcel militar colindante se ha convertido en un hostal de moda y al lado existe una plaza que alberga el museo de arte contemporáneo Metelkova que exhibe las nuevas locuras de los eslovenos. Por la noche este lugar futurista se llena de peatones con cervezas en mano listos para acudir a alguno de los eventos que ofrece esta meca cultural. Siempre se respira el olorcillo a porro y escogemos ver un documental en el bar Jalla Jalla con cerveza Lasko e ir a ver un concierto de Koromac, que nos quita el aliento con su sax metálico que me recuerda a John Zorn en sus épocas del Naked City. Siempre habrá algo pasando aquí.

Eslovenia no es muy grande, se puede cruzar el país en 4 horas manejando, así que salir de la capital para explorar algo de la campiña es muy recomendable. Para los porreros el lago Bled es imperdible, cerca de ahí se encuentra el lago Bohinj y sus aguas cristalinas y en una de las montañas cercanas, las cascadas de Savica. Nada mejor que fumarse unos porritos en la naturaleza. También hay sistemas de cuevas como las de Postojna e innumerables senderos para explorar por todo el territorio, la mitad está cubierto por bosques.

"Todo el movimiento de marihuana medicinal de los Balcanes comenzó hace 4 años cuando ONEJ (un organismo de derechos humanos comandado por Bozidar Radisic) organizó CANNABIS IN HEALTH CARE: THEORY & PRACTICE" nos dice Maja Kohek quien colabora con diferentes ONGs incluido ENCOD investigando acerca del uso de enteógenos en la reducción de daños "Trabajaba con Bozidar e invitamos a Rick Simpson y al Dr. Paul Hornby de Canadá y al Dr. Lumis Hanus para que explicaran los usos de la marihuana medicinal. Aquí en Eslovenia la gente se volvió loca cuando escuchó que el aceite de Rick Simpson lo cura todo y pues la mayoría de la gente fue a verlo a él". Maja también nos dice que hay una movida interesante en Maribor, la segunda ciudad más grande del país donde hay ocupas que también distribuyen el aceite a personas enfermas y realizan actividades culturales similares a lo que pasa en Metelkova. "El gramo de marihuana cuesta 10 euros en promedio y el extracto puede alcanzar hasta los 60 euros el gramo" Nos dice Maja que se está preparando para ir a España a hacer un estudio de ayahuasca. Bozidar a través de ONEJ ha seguido organizando pláticas y conferencias cuya finalidad es la educación en una variedad de temas en materias canábicas.

 

El Castillo

Quedamos con Bozidar en un café al pie de la coli. De ahí vamos a otro lugar flipante en Ljibljana: El castillo. Se puede subir en el teleférico, pero yo les recomiendo que sigan el camino a pie, unos 40 minutos a paso normal para llegar a la cima. Se puede ir fumando mientras se ve como la ciudad va quedándose abajo con sus tejados en tonos rojizos y sus paredes color crema. Nadie sabe a ciencia cierta cuando se fundó el castillo, algunos dicen que siempre ha estado ahí, otros lo ponen en la época romana aunque los más entendidos lo sitúan en el siglo XII. Se puede pasar el día ahí visitando el museo, la torre, el patio, bebiendo una copa o un café, disfrutando de las vistas de los Alpes y la ciudad.

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