La Cultura Como Herencia Familiar
Hay países en el mundo que se enorgullecen -y con razón- de ser reconocidos, por el gran respeto que sienten por todas las expresiones culturales que conforman la humanidad. Pero lo importante está, en que no se quedan solo en el contexto de la palabra escrita, ni solo en la aceptación del principio universal del respeto mutuo, que coadyuve a la convivencia pacífica de la sociedad, sino que la convierten en una práctica ciudadana al abrir sus puertas a la diversidad y permitir la formación de una NUEVA SOCIEDAD NACIONAL, con todos los valores y tradiciones de ese MOSAICO MULTICULTURAL, con que ahora la integran, la enriquecen y la hacen ejemplar para el resto del mundo, sobre las bases del respeto mutuo, a los DERECHOS CULTURALES, HISTORICOS Y TRADICIONALES DE TODOS LOS PUEBLOS. Dando paso a una nueva sociedad multicultural, multiétnica y multilingüe, permitiendo mayor conocimiento en la interacción a todos los niveles de la convivencia diaria, educando y formando una diversidad de ciudadanos tolerantes y al mismo tiempo enriquecidos con sus diferencias.
Obviamente nuestro amigo lector, ya dedujo que estamos hablando de Canadá , como ese país generoso y respetuoso, que un día nos abrió sus puertas, con ese calor humano, que tanto necesitamos y con esa generosidad que nos permitió realizar muchos de nuestros sueños.
Aquellos sueños que se habían quedado colgados allá en los caminos del recuerdo. Pero que también hoy, nos obliga, a que nuestro pensar y nuestro actuar de aquí en adelante, sean siempre de mutuo respeto a todos esos nuevos hermanos, con los que cada día me voy a encontrar, con su historia, con sus sueños, con su sonrisa y con su abrazo. Pues tanto ellos como nosotros, somos ahora los constructores de esta nueva nación y juntos vamos a levantar la bandera que nos cobija, pero sin olvidar aquella que ondea allá con el viento de mi patria, juntos vamos a respetarnos mutuamente con nuestras diferencias, pero sin pensar que mi hermano que se quedó en el pueblo es un inútil porque nunca salió de allá, tal vez no salió nunca porque fue más valiente que yo, pero cualquiera que haya sido su razón no me da ningún derecho a juzgarlo, como tampoco el hecho de encontrarme en un país tan ordenado y generoso me haga pensar que mi país no tenga la capacidad para salir adelante, por el contrario debemos estar presentes siempre -aunque haya distancias que nos separen- en el quehacer cultural, económico y político de nuestro suelo lejano.
Hoy tenemos la oportunidad de trascender como familia, enseñándoles a nuestros hijos, a nuestros nietos y a nuestros vecinos de otras nacionalidades los valores y tradiciones familiares, nuestras expresiones culturales, el sabor culinario de nuestros pueblos, así como todo aquello que aprendimos de nuestros abuelos, cuando la vida nos dio la oportunidad de tenerlos y disfrutarlos.
En ese esfuerzo de trascendencia en el recuerdo familiar, como herencia cultural, nos atrevemos a sugerirle a los padres especialmente, que no les nieguen a sus hijos el derecho de conocer el país de origen, ya sea de los padres o de los mismos hijos, si ya llegaron acá con una nacionalidad propia, enséñenles a AMAR INTENSAMENTE y A SENTIRSE ORGULLOSOS DE SU ORIGEN, no importando a que generación pertenece.
Dediquémosles un tiempo aparte a nuestros hijos y nietos y platiquemos con ellos de nuestra niñez, con palabras sencillas despertemos su interés para que pregunten todo aquello que su infantil curiosidad quiera saber acerca de quienes ahora son sus padres. Disfrutemos sus expresiones de admiración cuando les contemos que muchas veces después de la escuela a los diez años, poco más o menos, nos tocaba realizar alguna tarea que generaba algún dinero para la economía del hogar, donde compartíamos nuestra alegría de niños al lado de mamá, la mayoría de las veces con los abuelos viviendo bajo el mismo techo. O cuando el abuelo decidía irse de cacería “al monte” como él decía, haciéndose acompañar de “el canelo”, uno de sus perros preferidos para la cacería, regresando tres o cuatro horas más tarde con el producto de su desvelo y de su astucia, a veces un “jabalí” o como le llaman comúnmente “coche de monte”, a veces un venado y cuando no le iba muy bien aunque sea un “tepesquintle” llevaba, pero siempre regresaba contento con el producto de su desvelo, ya que al volver, destazaba al animal y lo preparaba para que se ahumara durante varios días al calor del fogón de la cocina de leña. Ese era un momento casi ceremonial.
Así pues, ya que podemos conversar con ellos de las distintas épocas de nuestra vida y traer a sus inquietas memorias personajes y recuerdos de la familia que posiblemente no tuvieron ocasión de conocer, -los bisabuelos en este caso- pero que pueden convertirse en una figura que recordaran con amor cada vez que revivan ese momento de la conversación, ya sea con papá o con mamá, o porque no con algún gran amigo, por medio de las redes sociales.
Y sin echarlo en saco roto, podríamos estar despertando su gusanito literario y puedan algún día llegar a ser un escritor que rememore estas historias adornadas con la sonrisa de los padres, los abuelos, sus hermanos y todos sus amigos. Porqué no.
Ojalá que la presencia familiar de cada comunidad, sea un gran aporte a la herencia cultural de esta Gran Nación.
Con el afecto de siempre los abraza: El abuelo.